Un buen apurado.

Después de unos días caminando por la montaña sin tiempo ni ganas para afeitarse, una vez llegados a la civilización, es hora de visitar al barbero.
Este oficio en extinción en occidente, por estas tierras sigue siendo muy popular. Tras cerciorarme del pertinente cambio de cuchilla, el barbero dejará mi cara como el culo de un bebé.
Alguno parece tener cuentas pendientes con su barbero y no se fía de poner el gaznate cerca de su navaja.

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