ANTERIOR País


Las entradas del blog están ordenadas cronológicamente de abajo a arriba. !!!!!!

Hasta pronto Nepal.




Una visita nueve años atrás, sirvió para enamorarme de Nepal. Esta ocasión, hemos tenido la oportunidad de conocer parte del país a ritmo de bicicleta. Pero también, de adentrarnos caminando donde la abrupta orografía no permite el uso de las dos ruedas.
Hemos coincidido también, con un momento histórico para Nepal, la transición del poder de manos de la Monarquía (¿quién dijo que no se podía acabar con ésta?), a un gobierno de mayoría maoista elegido por el pueblo. Esperamos que los cambios mejoren la situación en un país, dónde las duras condiciones de vida, no impiden que sus habitantes muestren un semblante feliz.

El 13, el numero de la buena suerte.

Entre las siguientes imágenes, distan casi 13 meses. 13 meses recorriendo más de 13 mil kilómetros y atravesando a su paso 13 países diferentes. No me considero supersticioso, pero si alguna connotación ha tenido el numero 13, ha sido la de la buena suerte. Todo ha marchado sobre ruedas y discurrido mejor incluso de lo esperado.
El buen tiempo nos acompaño durante todo el viaje haciéndonos disfrutar del pedaleo. Esquivamos cualquier avería o lesión que hubiera echado al traste las ilusiones de mucho tiempo. Tras cruzar la última frontera de Europa, las gentes de los pueblos por los que pasábamos nos recibían con los brazos abiertos, dándonos lecciones de hospitalidad. Incluso el percance del cierre de Pakistán, a la postre, nos trajo consecuencias positivas y la variante del sur de India nos alejó de un crudo invierno (el más frío de los últimos 50 años).
Quizás, las velas de Maritxu, los rezos del tío José Antonio o los símbolos religiosos que nos iban regalando de buena fe las gentes del camino, hayan contribuido a alejar los malos espíritus de este par de incrédulos.

Póntelo, pónselo.

En el Terai, en las tierras medias o en las montañas del Himalaya, hay un altísimo porcentaje de población infantil. No es extraño encontrar, jóvenes parejas cuya retaila de hijos se escalonan apenas un año uno de otro y dónde el hermano mayor tiene la responsabilidad del cuidado de los más pequeños.


Las autoridades parecen fracasar en su intento de frenar el alto crecimiento demográfico, pero... o bien la población hace caso omiso a los carteles, o los medios anticonceptivos no llegan a todos los hogares, ni a todos los bolsillos.

Trekking del Everest.

Hace algunos años, un montañero sueco partió con su bicicleta desde Estocolmo, con todo lo necesario para escalar el Everest. Llegó a Nepal y ascendió la montaña más alta del planeta en solitario. No contento con ello, recogió los bártulos y regresó de nuevo en bicicleta. Nosotros algo más modestos, nos conformaremos con contemplar ésta y otras montañas, tres mil metros por debajo. Un antidiluviano aparato, nos deposita en la minúscula pista de aterrizaje del Lukla. A partir de aquí, tocará caminar. Durante unos días recorreremos distintos valles del Khumbu, país de los sherpas, habitantes de esta región, que tanto han tenido que ver con el éxito de las expediciones extranjeras y del himalayismo en general.
Desde Namche Bazar nos encaminamos hacia el valle de Gokyo. Empezamos a vislumbrar algunos cambios respecto al área de los Annapurnas. A parte de los rasgos faciales de la gente, el trekking más popular y famoso de Nepal, se deja notar en sus elegantes casas y lujosas logses. También los porteos se hacen de diferente manera y aunque el mayor peso recae sobre la espalda de los porteadores, aquí las caravanas de burros dan paso al cansino ritmo de los yaks. Después de cada jornada, una estufa cargada con excrementos de estos resistentes animales, sustituirá a los quemadores de queroxeno que caldeaban el ambiente en los Annapurnas. Desde Gokyo, siguiendo los consejos de Eva y Joseba, acompañamos el glaciar más grande de Nepal, hasta el campamento base del Cho Oyu (la "maría" de los ochomiles).
Durante toda la jornada, disfrutamos de todo el valle para nosotros solos, pues con todo el circo de las Olimpiadas y el problema del Tibet, la montaña se encuentra vetada y nadie se acerca a esta zona.

Evitando repetir trayecto, buscamos una ruta circular atravesando el Cho La para cambiar de valle. En el descenso de este collado, contemplamos una de las mejores panorámicas del trekking, con el Arankam Tse y la pirámide del Ama Dablan al fondo. Remontamos el valle para la visita obligada del Kala Patar, excepcional mirador a piés del Pumori, e inmejorable vista del Everest, Lhotse, Nuptse e innumerables picos nevados.


Desde Dingboche, nos desviamos de la ruta principal adentrándonos en el valle de Chhukung. Nos encaramamos al Chhukung Ri, donde los tres mil metros de pared vertical del Lhotse nos hacen insignificantes. En este lugar, nos despedimos por unos días de Raquel y Rubén (van para el Island Peak) y vamos cerrando el círculo hacia Namche.
Pero no queremos acabar el trekking sin acercarnos antes al valle de Thame. Por desgracia, el cierre de la frontera con Tibet, impide el intercambio habitual de productos entre las dos partes y nos priva del espectáculo, que según cuentan, es el tránsito de caravanas de yaks por la región.

Dos semanas caminando por estas montañas hacen mella en nuestros cuerpos. Pero el cansancio, el frío y los madrugones, no impedirán que este trekking se convierta en el inmejorable broche final de este viaje.

La ética en la montaña.

En ocasiones, nos asalta la duda si debiéramos contratar los servicios de guías y porteadores para caminar por la montaña. Pero los trekkings en Nepal cuentan con la suficiente infraestructura, por lo que no es necesario cargar más de 8-10 kilos de mochila.
A veces, con la excusa de "estamos dando trabajo a la población local", se comenten grandes abusos e injusticias.

Los honorarios de un porteador son unos 9 euros por día, algo asumible para cualquier bolsillo occidental.
- Pero... como estos tíos están muy fuertes, ¿por qué no un 3 x 1 ?- deben pensar algunos. Por el camino nos cruzamos con porteadores acarreando hasta tres grandes mochilas de clientes que les doblan en tamaño y peso. Clientes, que como no sufren el peso sobre sus espaldas, no escatiman en equipaje (gruesos libros de lectura, champú de litro e incluso hay quien se trae el portátil para ver un DVD a las noches con sus colegas). - Total, por 9 euritos (a repartir) al día...-.
Hay quien, en plena subida, va comprando souvenirs y cargándolos en "su" mochila. Souvenirs que pueden encontrar fácilmente en Kathmandu o Pokhara, o incluso comprarlos a la bajada.
Estos "montañeros"...¿actúan de la misma manera cuando van a Pirineos, Alpes o las Rocosas?, ¿también entonces dan trabajo a la población local?, o quizá, ¿por ser Nepal uno de los países más pobres de la tierra, sale económico contratar a personas como bestias de carga?

También nos cruzamos con quien sufre el síndrome de Santa Claus y en "su" petate carga regalos (dulces, bolígrafos o rupis) que va repartiendo indiscriminadamente a los niños que encuentra en el camino.

Existe otra patología, en la que yo también entono el mea culpa y es la de perder los estribos y fotografiar todo lo que pasa frente a nuestras narices, olvidando que las personas a las que retratamos tienen también derecho a la intimidad.

Por ello, debemos ser conscientes que aunque las áreas de trekking son las zonas más prósperas y desarrolladas de las montañas, no se deben olvidar ciertos valores y debiéramos comportarnos de una manera responsable.
Complicidad con quién utiliza animales salvajes con ánimo de lucro.

Unos que vienen otros que se van.

En la "calle del encuentro" en Kathmandu, nos resulta imposible dar dos pasos sin que nos depare una sorpresa. De nuevo Imanol; la grata presencia de Alí; dos navarros que vinieron en bicicleta; reencuentro con Estelle y Cristopher y la despedida de los superpedaletos que partían hacia el Oeste. Con estos últimos, nos invade un poco la envidia al recordar las zonas que tienen por delante. Al menos, parte de mi bicicleta (la rueda trasera la llevará ahora Willians) tendrá el privilegio de volver a viajar.

Kathmandu: final del trayecto.

Hay quien se empeña en afirmar que la línea recta es el camino más corto entre dos puntos. Pero entre Pokhara y Kathmandu, la ruta directa soporta demasiado tráfico.
Elegimos una alternativa menos concurrida. A su paso algunos atractivos: el tranquilo pueblo de Bandipur; el Parque Nacional de Chitwan o las vistas panorámicas que ofrece el pequeño pueblo de Daman. Pero para llegar a éste, debemos superar nuestro último obstáculo, un puerto de más de dos mil metros de desnivel. Una lindísima ascensión, que nos elevará desde la planicie del Terai hasta este espléndido mirador.
A la postre, el atajo desde Pokhara acaba doblando la distancia y multiplicando el desnivel. Pero poco nos importa, somos conscientes que éstas, son las últimas pedaladas del viaje y la ruta elegida nos permitirá saborear la recta final hasta Kathmandu.

Alguien pensó alguna vez, que eramos nosotros los que pedaleábamos???

Las distintas caras de Nepal.





Parque Nacional de Chitwan.

Aparte de los beneficios económicos para algunos bolsillos, el turismo apenas reporta consecuencias positivas a su paso. Pero una de estas excepciones, es la contemplación de fauna salvaje en su hábitat natural. De esta forma, los gobiernos delimitan áreas evitando la destrucción de bosques vírgenes y ofreciendo a la población local una forma diferente de vivir de su entorno: el ecoturismo.
De entre las actividades que se pueden realizar en este Parque Nacional, elegimos la de caminar y el paseo en elefante por la jungla.
Acompañados de dos guías locales, descendemos en canoa por las aguas del Rapti. Una vez en tierra, el más joven (que habla inglés) nos advierte de los peligros que nos podemos encontrar y el modo de comportarnos en caso de toparnos con algún animal salvaje.
- Venga ya!! Menos cuento.
Dejamos la ribera del río y nos adentramos en la jungla. Nuestro joven guía se muestra intranquilo. Al poco...
- Up, up, quickly!!!- Nos ordena muy nervioso.
- A este tío ¿qué le pasa?- comentamos mientras esperamos encaramados en un árbol.
- One rhino sleeping!-
Por más que lo intentamos, desde nuestro precario observatorio no podemos ver el mínimo rastro. Pero, o nuestro joven guía es un estupendo actor o realmente está acojonado.
- Tilak!! Desde aquí no podemos ver nada, ¿podemos acercarnos?-
Destrepamos el árbol y nos acercamos al lugar desde donde nuestros guías golpean sus palos con la intención de que el ruido aleje al rinoceronte que cierra nuestro camino. El ruido hace efecto y un crepitar de ramas y hojas nos indica que el animal se mueve. Ahora lo podemos distinguir. Se trata de un enorme macho y según nuestro "experimentado" guía, un animal peligrosísimo.
- Rápido, rápido de nuevo a un árbol!!-
Nos encaramamos de nuevo a la seguridad de un enorme tronco inclinado. Pero para nuestra sorpresa, Tilak nos toma la delantera. Sus supuestos 7 años de experiencia se desvanecen por momentos y a nuestros oídos nos llegan sus jadeos y su respiración entrecortada.
Dado que el animal persiste en seguir en su terreno, no tenemos más remedio que volver sobre nuestros pasos y a partir de aquí, nuestro neófito guía optará por caminos más seguros.
El segundo día en el Parque, madrugamos para realizar la actividad estrella en Chitwan. Nos adentramos de nuevo en el frondoso bosque, pero ahora, desde la seguridad que ofrece este observatorio con patas. A lomos de nuestra elefanta nos abrimos paso entre la densa vegetación. Enseguida vemos los primeros ciervos y macacos. Pero la verdadera estrella del Parque, es el animal que apenas vimos el día anterior, el gaida, el robusto rinoceronte hindú de un solo cuerno. Desde nuestra privilegiada atalaya, de unos tres metros de altura, podemos acercarnos sin miedo hasta estos animales, pues éstos, parecen haberse acostumbrado a la visita diaria de los paquidermos.
Una vez fuera del Parque, acompañamos a nuestra elefanta en su baño matutino. Su prominente nariz debe captar nuestra falta de higiene y con su enorme trompa se encarga de darnos nuestro merecido chapuzón.
La última tarde antes de abandonar Chitwan, paseando por la orilla del río en las proximidades de Sauraha, vemos apostado en la arena un enorme gavial (cocodrilo de hocico alargado y fino). No muy lejos de éste, pescadores locales se adentran en el agua hasta la cintura, recordándonos así, que la convivencia con la fauna salvaje, aunque posible, no deja de ser peligrosa.

La hora de la siembra.

Camino de Chitwan rodamos paralelos al río Seti. Sus fértiles orillas parecen el lugar idóneo para el cultivo del arroz.

A principios de primavera, los habitantes de esta región se encuentran inmersos en la tarea de preparar los campos para la futura cosecha. Innumerables tiros de bueyes surcan las embarradas terrazas, mientras centenares de mujeres se encargan de traspasar los jóvenes brotes de los semilleros a los arrozales.

Verde que te quiero verde!!!

Un buen apurado.
Después de unos días caminando por la montaña sin tiempo ni ganas para afeitarse, una vez llegados a la civilización, es hora de visitar al barbero.
Este oficio en extinción en occidente, por estas tierras sigue siendo muy popular. Tras cerciorarme del pertinente cambio de cuchilla, el barbero dejará mi cara como el culo de un bebé.

Alguno parece tener cuentas pendientes con su barbero y no se fía de poner el gaznate cerca de su navaja.

Trekking en imágenes.


Poco a poco las bestias van quitándole un peso de encima a los porteadores.

La cima del Machhapuchhare es inalcanzable, no sólo por su dificultad técnica, si no por ser una cima sagrada para los nepaleses.




Gélida noche de luna llena en el Santuario de los Anapurnas.


Trekking de santuario de los Anapurnas.

Ha llegado la primavera a Nepal y con ella la hora de caminar por las montañas. En Pokhara, elegimos la ruta que se adentra en el mismo corazón del macizo de los Anapurnas.
Desde Phedi, una sucesión de escalones que parecen no acabar nunca, nos pone en sobreaviso de lo que nos espera en sucesivas jornadas. Por otra parte, la lluvia que no nos había visitado salvo en contadas ocasiones durante el viaje, hace su aparición cada tarde. Jugamos al correquemepilla ganando la partida, ya que el camino cuenta con numerosos lugares donde guarecerse. Además, poco nos importa la lluvia, la temperatura es excelente y la primavera está en pleno apogeo. Diminutos pajarillos revolotean por la frondosa vegetación compitiendo en colorido con las flores que encontramos a nuestro paso. Pero entre todas ellas, es la flor del rododendro, la reina del lugar. Este árbol, que en Europa no pasa de arbusto, sobrepasa aquí la decena de metros.

El agua de las tormentas vespertinas se convierte en nieve a partir de los 3.000 metros, recordándonos que aunque en primavera, nos encontramos en pleno Himalaya (en sánscrito, morada de las nieves). Después de un verano de casi once meses, el frío golpea fuertemente nuestro cuerpo torero. Pero el cansancio y el frío se olvida de inmediato al contemplar el espectáculo que nos rodea. El Hiunchuli, todos los Anapurnas y el Machhapuchhare conforman un gigantesto circo que nos hacen sentir insignificantes.

Recordamos, que aunque estamos delante del primer ochomil escalado por el hombre (siempre que Mallory e Irvine no alcanzaran el Everest 25 años antes), la cima principal de los Anapurnas, es una de las montañas más temidas por los himalayistas y suele ser el último "cromo" en la carrera de los ochomiles. No en vano, cuenta con una considerable lista de montañeros que perdieron la vida en el desafío de coronarla.

Para quitarse el sombrero.

Durante el camino por las montañas nos cruzamos con numerosos porteadores. Sobre sus espaldas, pesadas cargas que superan los 60 kilos. Nos invade una mezcla de culpa, admiración, impotencia y respeto.

Durante el descenso encuentro apoyada en una chautara una cesta cargada con mazorcas de maiz.
- Parece no pesar demasiado y viniendo de un país dónde se levantan grandes piedras por afición... no debiera tener problemas para levantarla.- Pienso.
Aprovecho que no se ve a nadie por alrededor y confiado, voy a por la primera alzada.
Primer intento... nulo.
Posiciono mejor mis pies, coloco recta mi espalda...

Hasta mis oídos llegan unas risitas femeninas. Enseguida se acerca una joven (doce años) y con tanto descaro como soltura, me muestra lo sencillo que resulta levantar la carga.

Pero lo mas bochornoso está por llegar. Acto seguido, se acerca su hermana de apenas 9 años y con una enorme sonrisa y gran facilidad, golpea de nuevo mi decrépito orgullo.

Con dolor de cuello, las mejillas sonrojadas y sintiéndome un pitxulín, cojo mi liviana mochila y continúo mi camino.

No sólo se hace camino al andar.

Nepal cuenta con pocos kilómetros de carretera o pista y para adentrarse en su territorio, es necesario caminar por sinuosos senderos. Pero la compleja orografía obliga a sus habitantes a la laboriosa tarea de construir puentes colgantes, levantar barreras de contención o esculpir miles y miles de perfectos escalones.





Lo que contamina el agua.

En los diferentes trekking se puede encontrar fácilmente agua embotellada a lo largo del camino. Además, nada cara teniendo en cuenta que la tienen que portear hasta tan remotos lugares. Pero esto supone un grave problema ecológico, pues una vez consumida, el envase de plástico o PVC es un gran contaminante. Se estima que sólamente en el área de conservación de los Anapurnas se introducen anualmente un millón de botellas de plástico.

Por lo que no está de más poner un poco de nuestra parte. Nosotros utilizamos un filtro cerámico o agregamos gotas potabilizadoras (que nos regalaron Lola y Joan), cuando el frío o el cansancio nos impide bombear.


Rumbo a Pokhara.

Abandonamos el terreno llano y nos adentramos en las montañas. Una serpenteante carretera nos va subiendo hasta Tansen. Paradita y paseo hasta un cercano mirador, desde dónde divisamos en la lejanía las montañas a las que nos dirigimos: a la izquierda el Dhaulagiri y a su derecha todo el macizo de los Annapurnas.

Pero para llegar hasta su base, debemos pedalear todavía por terreno sinuoso, atravesando collados y descendiendo nuevamente hasta el fondo de los valles. Tres duras jornadas que tendrán como recompensa uno de los rincones más bellos de Nepal, el lago Pheva, junto a Pokhara.

Ha llegado el momento de aparcar la bici y caminar, pero antes unos días para descansar, hacerse con todo lo necesario para el trekking y darle gusto al paladar, tratando de tapizar con un poco de carne nuestros huesos, evitando así que la mochila se clave en el costillaje.


El arte de la pesca.

Durante el viaje hemos tenido ocasión de conocer diferentes artes de pesca. Desde la tradicional caña, al lanzamiento de redes, descargas eléctricas, redes chinas o arpones fabricados con radios de bicicletas.
Pero esta forma de pescar no la habíamos visto hasta ahora. Una línea de mujeres con sus redes van "barriendo" la anchura del río. Por detrás, las más jóvenes dan cuenta del afortunado pececillo que pasó la primera criba.


Las bicicletas son para el Terai.

En el Sur de Nepal, en el Terai, debido a su orografía plana y al escaso poder adquisitivo de sus habitantes, la bicicleta sigue siendo el medio más utilizado para el transporte de personal y mercancías.






 
Incluso los niños van a la escuela en bicibus.


Lumbini, la cuna del budismo.

Antes de adentrarnos en las montañas visitamos Lumbini, uno de los enclaves religiosos más importantes del mundo y lugar dónde, según dicen, nació Gantama Siddhartha, Buda. Alrededor de este destino de peregrinación, comunidades budistas de todo el mundo (Camboya, Japon, Sri Lanka...) han levantado sus respectivos templos y monasterios.


Pedaleando por el Terai.

A pesar de que Nepal cuenta con las cimas más elevadas del planeta, al Sur de su territorio posee una fértil llanura a escasos 200 metros de altitud. Pedaleamos por ella tratando de recuperar la forma perdida en las "vacaciones" de India.


El escaso tráfico nos permite disfrutar plenamente del paisaje que nos rodea. Frondosos bosques dan relevo a campos de cultivo y no pasan muchos kilómetros sin que atravesemos pequeños poblados con casas de paja y barro. La temperatura, a principios de marzo, es una delicia.

Sin saber muy bien por qué, nos embriagamos de una alegría muy difícil de explicar. Quizá sin saberlo, nos estamos contagiando de la simpatía que irradian las gentes del lugar. 
Las casas tharus.

Los antiguos pobladores y nativos de esta región, los tharus, siguen construyendo sus casas de forma artesanal con los elementos que encuentran a su alrededor. Entrelazan maderas y las cubren de barro haciéndolas frescas incluso en verano. Con barro construyen también parte de su mobiliario: baldas, hornos, tinajas... El problema, que después de que el monzón haga su visita, se debe reconstruir lo destruido por las lluvias torrenciales.

A fuego lento.

En Nepal apenas se utiliza el gas para cocinar y por supuesto, nada de vitrocerámicas o cocinas de inducción. Aquí todo se cuece a base de quemar madera.
Continuamente vemos como niños, jóvenes y mayores descienden de las montañas cargados de gran cantidad de madera. El problema es que la población crece y los bosques hasta ahora vírgenes van desapareciendo. Bosques y junglas donde, a día de hoy, siguen apareciendo animales y plantas por catalogar. Si la población no cambia de hábitos y las autoridades no facilitan o subvencionan otras fuentes, el daño será irreparable.A fuego lento... desforestando rápidamente.

Namaste.



Cruzamos la frontera con la incertidumbre de lo que nos deparará el país. Las noticias de las últimas semanas hablan de un Kathmandú sin electricidad ni gasoil, debido al bloqueo de las carreteras.

Confiando en la buena estrella que nos viene acompañando durante todo el viaje, pedalearemos poco a poco esperando que las aguas vuelvan a su cauce.


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